La desidia late rápidamente al igual que mi corazón en un ataque de ansiedad, la tristeza me embarga como si estuviera despidiendo a un familiar en su viaje a la otra realidad, mis ojos lloran despiadadamente como un preso al enterarse de la sentencia por su acto vandálico, mi cuerpo tiembla inconscientemente entendiendo lo que sufre una persona con Parkinson, la culpabilidad se asoma como aquel ser impulsivo que se desquita con la persona que menos tiene la culpa, aún sigo sentado en esta maldita oscuridad siendo mi ecosistema, sin querer, ni poder tener la fuerza necesaria o la oportunidad de encontrar la luz.
Aspirante a escritor de literatura poco convencional.