Salia de mi trabajo directo pal bar, era parte de la rutina llegar primero al club que a mi hogar, al llegar el barman me mirada y sin rechistar una pola me pasaba, era mi medicación para poder dormir, una buena cebada que sin querer se convertía en una noche loca entre semana, pasaban los días y nada cambiaba, todo era una rutina hasta que se volvió una adicción que fue difícil de quitar, después de varios años en la misma sintonía me canse de autodestruirme y no ver ningún resultado bueno en dicha acción, me desplomaba mentalmente pero físicamente aun podía soportar mas, hasta que un día cansado de la misma mierda decidí despedirme del alcohol y decirle adiós a esa demolición de mi vida que nunca pudo cumplir mi cometido, que era morir, al contrario, vivía como un zombi sin saber en el mañana pero nunca finiquitaba esta maldita realidad.
En medio de la nada, el silencio atornilla la desesperación a mi ser, la angustia sobresale situacionalmente por todas las responsabilidades acumuladas por la imbécil posibilidad de no dejar de procrastinar, el destino cansado de mi mal aprendizaje me juzga nuevamente castigándome con la ansiedad de qué diablos iré a hacer?, ya que por casualidades de la vida todos mis electrodomésticos dejaron de funcionar, que mierda pasa con estas maricadas?, mi cabeza se pregunta una y otra vez tratando de controlar el impulso para que mi voz no expulse un grito de auxilio, miro mi laptop, le hablo como si fuera algo viviente que pudiera comprender el estado en el que me encuentro, rezo mirando al techo pidiendo que todo deje de pasar a pesar de no creer en un Dios, después de un minuto la impaciencia hace su aparición, cojo dicho aparato dándole varios golpes esperando que comprenda que lo necesito más que nunca, ha esta hora de la noche nada me puede salvar, alguien se asoma preguntando qué me
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