La hora de los muertos se acercaba,
las puertas estaban listas para ser abiertas,
los demonios sonreían cruelmente mientras afilaban sus largas uñas,
los humanos iban a mitad de su turno de recuperación corporal,
las velas alumbraban aquella oscuridad que reposaba en la sala,
el terminaba los preparativos para el recibimiento de aquel ser que le cambiaría la vida,
un círculo con rayas dentro de el,
más unas pequeñas letras adornaban el piso,
una copa,
unas tijeras,
un gato dentro de un guacal,
un cuaderno,
eran los objetos necesarios para la cita tan anhelada,
sonaba la alarma,
Cierra los ojos respirando fuerte,
se desnuda poniéndose en medio del círculo, diciendo,
yo Antonio sitbe invoco al conde de las 36 legiones,
yo antonio sitbe me pongo a su posición,
acomodaba el cuaderno enfrente de el colocando las tijeras en forma de triángulo,
agarraba el gato adormecido,
lo coloca enfrente de el apuñalándolo ferozmente,
todo el papel se tornaba rojo,
comenzaba el viento a visitar el lugar,
las luces de las velas bailaban de un lado a otro,
yo Antonio sitbe exijo que el conde ayperos se manifieste en este lugar,
llenaba la copa de sangre mientras las velas aumentaban sus llamas,
el viento traía algo con el,
se escuchaba que algo volaba dentro de la sala,
el hombre se arrodillaba,
diciendo,
estoy dispuesto hacer todo lo que me pidas gran conde,
tu,
ángel caído que evita la muerte,
tu,
ave de rapiña amigo de la descomposición,
tu,
jefe de aquella dama que todos odian,
te pido hacer un cambio,
la vida de mi adorada hija por la mía,
ella no tiene que morir aún,
las lágrimas del hombre caían en el papel enrojecido del animal mutilado,
todo se apagaba,
algo se ponía enfrente de el,
con la cabeza mirando al piso sentía que era un buitre más grande que el,
le dice,
pobre e imbécil humano,
levanta tu cabeza,
convirtiéndose en un hombre de dos metros y medio con una abrigo de plumas,
en su rostro un pico reemplazaba su boca,
tu alma será mía cuando yo lo desee a cambio de que tu hija deje de padecer el cáncer terminal que tiene desde que nació,
el hombre lloraba aceptando todo lo dicho,
vuelve a tomar un poco de la copa como acto de haber cerrado el trato,
todo vuelve a estar en oscuridad después de un ventarrón,
el gato ya no estaba,
todo había salido bien,
suena el celular,
contesta poniéndose a llorar,
ya que al otro lado de la línea no sabían cómo había pasado pero la niña se había levantado de la cama,
ya que uno de los tumores la había acostado por meses sin que sus piernas funcionaran,
cuelga diciendo que ya va para allá lo más rápido posible.
Se alista,
en el camino pensamientos suicidas surgen sin explicación,
trata de rezar,
solo le interesa ver a su amada hija,
faltando tres cuadras le da gracias al ángel caído por el trato cumplido,
sin darse cuenta que pasaba un semáforo en rojo siendo arroyado por un camión,
terminando realmente el trato.
las puertas estaban listas para ser abiertas,
los demonios sonreían cruelmente mientras afilaban sus largas uñas,
los humanos iban a mitad de su turno de recuperación corporal,
las velas alumbraban aquella oscuridad que reposaba en la sala,
el terminaba los preparativos para el recibimiento de aquel ser que le cambiaría la vida,
un círculo con rayas dentro de el,
más unas pequeñas letras adornaban el piso,
una copa,
unas tijeras,
un gato dentro de un guacal,
un cuaderno,
eran los objetos necesarios para la cita tan anhelada,
sonaba la alarma,
Cierra los ojos respirando fuerte,
se desnuda poniéndose en medio del círculo, diciendo,
yo Antonio sitbe invoco al conde de las 36 legiones,
yo antonio sitbe me pongo a su posición,
acomodaba el cuaderno enfrente de el colocando las tijeras en forma de triángulo,
agarraba el gato adormecido,
lo coloca enfrente de el apuñalándolo ferozmente,
todo el papel se tornaba rojo,
comenzaba el viento a visitar el lugar,
las luces de las velas bailaban de un lado a otro,
yo Antonio sitbe exijo que el conde ayperos se manifieste en este lugar,
llenaba la copa de sangre mientras las velas aumentaban sus llamas,
el viento traía algo con el,
se escuchaba que algo volaba dentro de la sala,
el hombre se arrodillaba,
diciendo,
estoy dispuesto hacer todo lo que me pidas gran conde,
tu,
ángel caído que evita la muerte,
tu,
ave de rapiña amigo de la descomposición,
tu,
jefe de aquella dama que todos odian,
te pido hacer un cambio,
la vida de mi adorada hija por la mía,
ella no tiene que morir aún,
las lágrimas del hombre caían en el papel enrojecido del animal mutilado,
todo se apagaba,
algo se ponía enfrente de el,
con la cabeza mirando al piso sentía que era un buitre más grande que el,
le dice,
pobre e imbécil humano,
levanta tu cabeza,
convirtiéndose en un hombre de dos metros y medio con una abrigo de plumas,
en su rostro un pico reemplazaba su boca,
tu alma será mía cuando yo lo desee a cambio de que tu hija deje de padecer el cáncer terminal que tiene desde que nació,
el hombre lloraba aceptando todo lo dicho,
vuelve a tomar un poco de la copa como acto de haber cerrado el trato,
todo vuelve a estar en oscuridad después de un ventarrón,
el gato ya no estaba,
todo había salido bien,
suena el celular,
contesta poniéndose a llorar,
ya que al otro lado de la línea no sabían cómo había pasado pero la niña se había levantado de la cama,
ya que uno de los tumores la había acostado por meses sin que sus piernas funcionaran,
cuelga diciendo que ya va para allá lo más rápido posible.
Se alista,
en el camino pensamientos suicidas surgen sin explicación,
trata de rezar,
solo le interesa ver a su amada hija,
faltando tres cuadras le da gracias al ángel caído por el trato cumplido,
sin darse cuenta que pasaba un semáforo en rojo siendo arroyado por un camión,
terminando realmente el trato.
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