Lloro en la oscuridad de la casa, perdido,
amarrado a este lúgubre ecosistema, atado por mi propia mente, ciego por mi
orgullo, verborreico por esta maldita ansiedad, inquieto por aquel desespero,
apagado por la ausencia de esperanza, sentado me desahucio por la incapacidad
de volver a levantarme, ya nada tiene sentido, ya todo se ha acabado, otro día
que ha llegado a su fin, otro día que nada ha cambiado, otro día separado del
mundo por voluntad propia, tocan la puerta viendo como una cabeza se asoma por
la ventana, sonrió mientras escucho; ábreme porque ya no puedo darme el lujo de
dejarte solo, la preocupación me está matando, con dificultad me levanto
abriendo la puerta, ella no espera lanzándose encima mío mientras recibo el
beso de aquella mujer que le ha tocado sufrir mi terquedad de no seguir dentro
de esta humanidad.
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